La trama argumental de este tipo de filmes suele ser sólo un pretexto para desplegar en la pantalla los cada vez más sorprendentes recursos de la animación digital. Este caso no es la excepción: el guión es apenas una idea desarrollada linealmente y sin sorpresas, pero sirve para que los personajes retocen a sus anchas en la pantalla. Toda la imaginación de los creativos de la producción estalla en cada una de las escenas, en las que los personajes (uno más estrafalario que el otro, además de los conocidos Drácula, Frankenstein, el Hombre Lobo, Quasimodo, el Hombre Invisible) van y vienen, se persiguen, se golpean, saltan y brincan mientras entregan un despliegue visual sorprendente. No importa mucho, entonces, el desarrollo de la historia, demasiado previsible. Porque en cuanto llega al desopilante hotel del título un despistado mochilero humano, queda claro que se multiplicarán las situaciones caóticas entre el jovencito y los monstruosos huéspedes, y que el amor florecerá (no sin contratiempos) entre el muchacho y Mavis, la hija del Conde Drácula.
La película resulta divertida de a ratos, con hallazgos visuales y humoradas en el guión, que se inscribe claramente en esta tendencia tan de moda de tratar el horror desde una perspectiva amable y simpática. De manera que los monstruos no asustan ni repugnan, sino que se comportan como entrañables mascotas. Y como para ellos no rigen las reglas que gobiernan la vida y el comportamiento de los humanos, la mesa está servida para cualquier tipo de desborde en el tratamiento visual.
Un punto en contra es el excesivo vértigo en el ritmo narrativo; la velocidad y el amontonamiento de situaciones en la pantalla resulta tolerable en un corto televisivo, pero llevado a la casi totalidad de los 91 minutos de la proyección, puede resultar agobiante. De todas maneras, la propuesta es interesante y divertida, sobre todo por la perfección de la realización técnica y por el despliegue de imaginación mostrado en la pantalla.